La creatividad asesinada: La responsabilidad de los padres
por Alejandro Busto Castelli
Corría el año 1998, cuando David Blunkett, Ministro de Educación y Empleo británico, designaba al frente del comité consultivo nacional sobre educación creativa y cultura a un compatriota suyo llamado Ken Robinson.
Sir Ken Robinson, nacido en 1950 en Liverpool, era en ese momento y desde 1989, profesor de educación artística y portavoz del departamento de educación artística en la Universidad de Warwick.
Hasta 1989, Robinson había sido director del proyecto The Arts in Schools Project, una iniciativa que pretendía mejorar la enseñanza y el aprendizaje de las artes en las escuelas británicas. Este educador, escritor y conferenciante británico realizó al frente del citado comité, la que quizá sea la mayor investigación nacional sobre la importancia de la creatividad en la educación y la economía del Reino Unido.
Fruto del trabajo en dicho comité, se publico el que es conocido como Informe Robinson cuyo título formal, traducido, es: Todos nuestros futuros: creatividad, cultura y educación. El informe tuvo un gran impacto pues ponía de relieve el escaso papel que hasta entonces había recibido la creatividad y la importancia que sobre ella recaía el futuro, ya no sólo del país, sino de la propia humanidad.
En la conferencia que ofrecemos al final del post, ofrecida en el año 2006 en Monterrey (California), Robinson nos invita a pensar que el modelo clásico de educación y las actuales empresas asesinan la creatividad de los niños y los adultos respectivamente.
A través de divertidas anécdotas, Robinson defiende que la creatividad de los niños muy pequeños, se sustenta en que ellos se arriesgan, que aunque no sepan muy bien como, lo intentan...básicamente por que no tienen miedo a equivocarse.
Defiendo que a partir de este momento más o menos puro de los niños, comienza una alocada carrera de socialización, que conlleva el precio de aprender a temer al error y por lo tanto de perder nuestra capacidad de curiosidad, asombro y ganas de aprender.
Cómo padres, ¿Toleramos el error? y voy más lejos: ¿el error? ¿Para quién?, ¿porque y para que? Quizá alguna vez nos descubrimos antes unos garabatos del pequeño/a, diciendo aquello de... "Cariño, las flores no son así...", "los elefantes no vuelan mi amor...", "El césped no es rojo vida..." O mejor aún: Esas sentencias que nos persiguen desde los hijos que fuimos: "Corazón, no se come con las manos", "El jersey no se pone con los botones para adelante"...No. O tal vez si, depende con las gafas con las que se mire. Si son las nuestras o las de ellos.
Hoy a mis casi 45, doy cursos y talleres de creatividad a seres humanos adultos que dicen necesitarla para su desempeño profesional, como necesitaron aprender a escribir y a leer cuando eran pequeños. De esto también habla Robinson: "Deberíamos ocuparnos de la creatividad con la misma importancia con que lo hacemos con la alfabetización".
Me encuentro con personas sin iniciativa, encantadas de trabajar al dictado, a no aportar absolutamente nada a un objetivo, tarea o proyecto. Desde ese lugar están libres de fracaso. Se equivocan los demás. Sin riesgo no hay error, tampoco resultados diferentes. No importa, hemos dejado de pensar y además nos pagan por ello. Todos contentos y la mediocridad se perpetua. Quizá en el fondo, de eso se trate para muchos.
Tal vez, en algún lugar de la historia de los niños que fueron, algún adulto dijo "esta mal," "así no", "esto no se hace", por no hablar de las atribuciones del tipo "Eres un..." y es más que probable que ante el error, apareciera algún tipo de castigo para anclar el miedo. El casi patológico miedo de algunos a equivocarse.
Dice Robinson y dice bien, que estar equivocado no significa ser creativo. Sin embargo no estar dispuesto a equivocarse es condenarse a hacer siempre lo mismo. Repetición absurda de hábitos y aprendizajes irreflexivos, quizá útiles en algún momento de la vida de alguien, pero castradores en tanto en cuanto la vida es permanente actividad creadora.
Nuestras escuelas y empresas, donde el resultado (y no el proceso) manda, algunos modelos televisivos de crianza que estigmatizan lo que no se ajusta al modelo social (no dormir solo en su cuarto desde los cuatro meses es una conducta desadaptada y susceptible de métodos modificadores de la misma), solo contribuyen a socavar la autoestima de nuestros pequeños y a que pierdan, entre otras cosas, la capacidad de gestionar su propio fracaso como medio imprescindible de aprendizaje y crecimiento.
"¡Vete a la cama ya, William, y deja ya ese lápiz y de hablar de ese modo!" es la figurada instrucción que Robinson imagina que decía a su hijo, el padre de Shakespeare inmerso en una educación británica rígida como la de su época.
No sé a ustedes, pero a mí me da vértigo pensar en ello.